Los humanos somos seres indiscutiblemente sociales, colaborativos y que tendemos a agruparnos para realizar tareas que individualmente serían imposible. Este comportamiento social ha sido uno de los factores más importantes que han propiciado el desarrollo económico y tecnológico tal y como lo vivimos hoy en día. Esto significa, en pocas palabras, que como seres humanos no estamos solos —prácticamente nunca— y convivimos, lo queramos o no, diariamente con otras personas. No somos islas y como reza el dicho: «no hay hombre sin hombre».
Los negocios no son la excepción. Como productos derivados de la actividad humana, nacidos para atender necesidades sociales y obtener beneficio de ello, un negocio se desarrolla en un entorno compartido por otros negocios, ya sean similares (competencia) o totalmente diferentes, lo que puede ser aprovechado en beneficio nuestro.
Imagina un equipo deportivo dónde los jugadores se agrupan, y por regla general, se busca participar al lado de los mejores para competir con más fuerza y derrotar a los contrincantes. ¡Lo mismo sucede en el mundo de los negocios! Como empresario ¿no te gustaría saber que tendrás a los mejores socios para aumentar tus probabilidades de éxito? Eso es lo que sucede, así tenemos ejemplos de compañías muy grandes que se alían para beneficiarse mutuamente y competir en un mercado cada vez más difícil. No hablo de fusiones o de empresas que compran a otras empresas. No. Hablo de empresas distintas, separadas, no competidoras, que deciden apoyarse mutuamente para obtener mejores beneficios de las actividades en que desarrollan por separado.
Como ejemplos puedes tomar la alianza de Starbucks con United Airlines para ofrecer su café, con su marca, en sus vuelos. O la archireconocida alianza de Apple con diversas compañías para lanzar iTunes (iPod) o con AT&T para lanzar el iPhone. Con estos ejemplos es fácil entender las virtudes de las alianzas: dos empresas con productos totalmente distintos, pero que pueden complementarse, deciden trabajar juntas para aprovechar las oportunidades que sus productos pueden ofrecer.
Pero no te dejes engañar por los ejemplos. Las alianzas no son un privilegio disponible únicamente para las grandes empresas; los negocios pequeños y profesionales independientes pueden beneficiarse de ellas también. ¿Cómo? Imagina un pequeño restaurante que decide aliarse con algunos taxistas (por ejemplo) para que cuando alguien pregunte por un buen lugar para comer, la primera recomendación sea ese restaurante. Al mismo tiempo el restaurante podría ofrecer los servicios de dichos taxis como opción para el transporte de sus clientes.
Este es solo un ejemplo. En realidad las opciones son muchas. Piensa en otros negocios o profesionales que ofrezcan productos que podían complementar y dar un valor agregado a tus propios productos. ¿Enriquecería tu negocio tratar de lograr una alianza con terceros? ¿Tu cliente quedaría más contento con el resultado de esta alianza? ¿Beneficiaría a ambos crear sinergía entre sus actividades? Si la respuesta es afirmativa entonces ahí tienes una buena alianza para tratar de llevar a cabo.
Como siempre, el límite depende de tu imaginación y creatividad. Que las alianzas sean una herramienta para mejorar es el el objetivo.