Si nos propusiéramos hacer un repaso o una recopilación de malos productos y que, analizando su origen y concepción, parecía lógico su fracaso seguramente tendríamos una lista muy extensa. Es verdad que en retrospectiva es fácil caer en la trampa de decir «era de esperarse ese resultado» y poner mil razones evidentes para ello; y aunque alguien podría argumentar que no es sencillo darse cuenta de los propios errores cuando se está creando un mal producto, lo cierto es que sí es posible minimizar el riesgo y tomar medidas antes de conducirse al irremediable fracaso.
En este artículo escribiré un poco sobre los malos productos y los buenos productos: ¿qué hace a un producto fracasar y que tienen los buenos productos que los convierten en exitosos?
Como siempre digo: no existen fórmulas mágicas para lograr el éxito en ningún ámbito de la actividad humana (por más que haya personas que intenten vender esa idea). Lograr productos exitosos depende de una buena idea, el trabajo que se emplee en su concepción y creación y dos aspectos fundamentales que no se pueden dejar de lado nunca.
¿Cuál es la principal diferencia entre un buen producto y un mal producto?
Existen muchos ejemplos de productos que a pesar de que en un principio parecían muy prometedores, terminaron por desaparecer o pasar a la historia como malos productos.
El más claro ejemplo que me viene a la mente es Google Glass. En definitiva, las gafas de Google eran un excelente producto desde el punto de vista tecnológico: un gran número de características novedosas orientadas a aprovechar la creciente tendencia de la «realidad aumentada«.
Entonces ¿cuál fue el problema de este maravilloso producto? Podemos resumirlo en un simple punto: no tenía un problema o necesidad real que solucionar. A pesar de su plétora de características, los usuario no pudieron encontrar una utilidad real en el producto y termino por desaparecer para el consumo masivo en el 2015. Es cierto que en la actualidad han resurgido como un producto orientado al uso empresarial o industrial pero habrá que ver cuál es el resultado de este nuevo enfoque.
Por lo tanto, la principal diferencia entre un buen producto y un mal producto es el problema o necesidad que solucionan. Es decir, los buenos productos atienden una necesidad del cliente y la solucionan eficazmente. Por ejemplo, pensemos en los seguros de autos, las computadoras, los teléfonos celulares, los lápices, los sistemas de streaming, etc. Todos ellos son productos que encontraron una necesidad y la solucionaron apropiadamente.
Frecuencia y magnitud
Los buenos productos solucionan efectivamente un problema o satisfacen una necesidad, pero como todo, hay problemas o necesidades más grandes que otras, por lo tanto, los mejores productos atacan y solucionan los problemas más grandes o satisfacen las necesidades más importantes.
Para determinar esta importancia en un problema o necesidad es necesario hablar de la frecuencia y magnitud. Un problema o necesidad que se presenta regularmente en la vida del cliente es un problema de alta frecuencia, es decir, su nivel de aparición es muy alto.
Un problema o necesidad que al presentarse afecta de forma muy importante al cliente presenta una gran magnitud. Por ejemplo, una persona puede presentar la necesidad de publicar constantemente en redes sociales; esta necesidad será una necesidad de alta frecuencia debido al número de veces que se presenta en el consumidor, pero su magnitud puede ser muy baja porque, el hecho de no cubrirla no perjudica de forma significativa al mismo consumidor.
Ahora pensemos en los seguros de autos. Idealmente una persona presenta muy pocos accidentes de autos en su vida, sin embargo, si estos se presentan los costos económicos pueden ser muy elevados para los afectados. Este problema presenta una alta magnitud y una baja frecuencia, porque cuando ocurre la persona puede verse afectada significativamente en su salud y/o economía, pero una baja frecuencia porque no es muy común que suceda.
Los mejores productos son aquellos que logran solucionar problemas de alta magnitud y alta frecuencia. Estos productos generalmente tienen a ser altamente demandados y exitosos. Eso no quiere decir que un productos que atiende cualquiera de los dos extremos (alta magnitud o alta frecuencia) no pueda ser, también, un producto con éxito (observa la matriz siguiente).
Los mejores productos se ubican en el extremo superior derecho de la cuadrícula.
Entonces, para determinar la viabilidad de un producto nuevo analiza, utilizando la matriz anterior, donde se ubica tu producto:
- ¿Resuelve un producto de alta frecuencia? ¿Qué tan alta es la frecuencia?
- ¿Resuelve un problema de alta magnitud? ¿Qué tan alta es la magnitud?
De esta manera tendrás una mejor idea de las probabilidades de éxito de tu producto.
Importante: existen múltiples factores adicionales que intervienen en el éxito o fracaso de un producto. Esta matriz es útil para determinar que tan «bueno» o «malo» es un producto atendiendo a las necesidades del usuario.
En conclusión, los mejores productos son aquellos que resuelven un problema o necesidad real, preferiblemente cuando se presentan con una alta frecuencia y tienen una gran magnitud en cuanto a la afección al cliente. Los malos productos son aquello que no atacan ningún problema o necesidad real.